Como un barco en medio del océano
Hay días, que siento que estoy navegando en un barquito en medio del océano. El problema es que no sé dónde está la orilla, y eso me desconcierta.
Quiero compartir esta vivencia personal con vosotros. Quizás haya más barquitos navegando, quizás ayude a alguien …
Ayer, fue uno de esos días …

Hay días, que siento que estoy navegando en un barquito en medio del océano. El problema es que no sé dónde está la orilla, y eso me desconcierta.
Quiero compartir esta vivencia personal con vosotros. Quizás haya más barquitos navegando, quizás ayude a alguien …
Cuando se me repite una vivencia, me gusta visualizarla, hacerla lo más real posible, traerla al presente, para entender que me quiere decir. La transporto a mi espacio controlado, y al no ser real, sé que no me va a hacer daño, quizás escueza un poco, pero puedo poner freno cuando quiera. Esto me ayuda y me reconforta.
<<De repente, siento como si estuviera en el medio del océano en un barquito de vela. El barquito está en perfectas condiciones técnicas, posee remos adecuados para ser utilizados y, además, cuento con aprovisionamientos de agua y comida suficiente para al menos un par de meses. Hasta aquí todo perfecto. Mi problema, no visualizo la orilla, miro para babor, miro para estribor y no soy capaz de ver tierra. Llevo tiempo en alta mar, y aunque he sobrevivido a una gran tormenta, no sé, si seré capaz de subsistir a una segunda. Entonces, desde mi garganta, surge un grito de rabia: ¿DÓNDE ESTÁ LA ORILLA?>>
¿Cómo me siento?
Me siento cansada, con un nudo en el estómago, triste, apática, enfada, incluso furiosa con parte del mundo que no está cumpliendo las normas. Echo de menos a mi familia (ya van muchos meses), el poder abrazar a mi madre, a mis herman@s, a mis sobrin@s, a mis abuelas (que son unas luchadoras), a mis suegros, a mis amig@s, poder cerrar un duelo, sentir un beso, compartir risas, perderme por los rincones y playas “da miña terra”, en definitiva, recuperar mi vida. Es entonces, que al recordar y anhelar todo esto, me entra una llorera de campeonato que no cesa hasta que mis lágrimas se acaban. Lo bueno, es que después, me quedo limpia, me siento a gusto, en paz y empiezo a recuperar esa energía que tanta falta me hace. De nuevo, vuelvo a estar preparada para que cuando divise esa orilla tan deseada, pueda remar con todas mis fuerzas y desembarcar en tierra firme (o en su defecto, estar capacitada, para enfrentarme a otras olas, a otra tormenta).
Todavía quedan muchos días difíciles, así que no me queda más remedio que seguir cultivando mi paciencia, escucharme, cuidarme y tener Fe en que esto, pronto, acabará para poder recuperar mi amada libertad.
¿Qué suelo hacer para recomponerme cuando vivo estos días?
- Escucho mis emociones. Las buenas y las no tan buenas, porque mi experiencia me dice que cuando éstas se presentan, lo hacen con buena intención, nos ponen alerta y nos fortalecen como personas.
- Me despejo. Dejo lo que estoy haciendo y me voy a dar un paseo o a correr. A pesar de la dichosa mascarilla, respiro tranquila. Me llevo una botella de agua y un poquito de chocolate, que siempre anima 😉
- Regreso y me doy una gran ducha. El agua me reconforta.
- Preparo una comida o cena que nos guste a todos. Preferiremos comida, así tenemos una bonita sobremesa y aún nos queda mucho día por disfrutar. Si los niños están en el cole, entonces, espero a la cena.
- Paso más tiempo con mis hijos. Jugamos, nos hacemos cosquillas hasta que uno se rinde, les cuento historias y/o anécdotas de cuando era pequeña (les encanta). Leemos un cuento divertido, eso implica que tienen que ponerse de acuerdo, y me parto de risa, porque cada uno argumenta su decisión como sabe o como puede…
- Escucho música que me motive o incluso que me relaje, depende del día.
- Dedico un poquito más de tiempo a disfrutar del libro que estoy leyendo.
- Llamo por teléfono a una amiga o a mis hermanas y charlamos, nos reímos. Hacemos planes de lo que vamos a hacer cuando nos volvamos a ver o recordamos alguna anécdota divertida.
- Disfruto de una copita de vino con mi marido. Soñamos, nos reímos, vacilamos, disfrutamos.
- Y mi regla de oro: Prohibido irse a la cama con una sensación de día negativo. Termino el día con una pequeña autorreflexión, quedándome con algo alegre, positivo (“Me da yuyo irme a dormir con sensaciones incómodas”). Entonces, soy consciente de todo lo bueno que existe a mi alrededor y agradecida, doy las gracias a la vida.
Cuando un día se presenta así, un poco raro o incluso feo, estoy convencida que quiere decirnos o mostrarnos algo. En ese momento, debemos parar, reflexionar sobre lo que estamos viviendo y como lo estamos viviendo. Y aunque estemos hartos de esta dichosa pandemia y de todo lo que conlleva, no podemos permitir que el miedo y la incertidumbre, cabalguen como un caballo desbocado, sin control. Es muy importante, ser conscientes que, tanto en los días buenos como en los días no tan buenos, tú eres tú mejor amig@, y tienes la obligación (si quieres sobrevivir) de buscar “tu manera” para seguir navegando. Así que no malgastes energía con tus lamentaciones, porque llegará el día, donde vislumbrarás la ansiada orilla y será entonces, cuando tendrás que estar preparad@ para seguir avanzando.